La cuestión es la
pertinencia de las prácticas de educación ambiental (EA) en las escuelas
Al proponer hablar de pertinencia, invitamos a reflexionar
sobre la adecuación pedagógica y política de los discursos y las propuestas
didácticas que bajo el titulo de EA se llevan a cabo en las escuelas.
Las escuelas son, lo asumimos
así, el principal espacio donde se lleva a cabo la educación pública y no
pública de los ciudadanos.
En consecuencia, para contextuar
esta reflexión, hemos de partir de tres hechos que sobredeterminan, es decir
influyen inevitablemente en la labor educativa escolar y sus resultados, y
particularmente la educación ambiental.
1º-El que la escuela está inmersa y es componente de un sistema
político-educativo, que forma ciudadanos y no solo no puede operar fuera de él,
sino que debe proponerse reflexionar esa ubicación y su rol en él.
2º-El hecho de que, paradójicamente,
el currículum al prescribir los temas
y los modos de trabajarlos, en lugar de abrir espacio a la experiencia, tiende
a limitar las posibilidades creativas, la inventiva y la expresión de los puntos
de vista de cada docente y sus potencialidades para poner en juego, practicar,
experimentar múltiples estrategias educativas, coherentes con posicionamientos
político pedagógicos adoptados con anterioridad, constituyéndose así en una
barrera a propuestas inherentemente subversivas como la EA, sobre todo cuando
estas se hacen desde perspectivas críticas al conocimiento y al modelo social
instituidos.
3º-El que la enseñanza escolar no
es la única instancia de aprendizaje y socialización, sino solo representa una
parte, una forma, un mecanismo por los cuales la ciudadanía se educa; habiendo
otros de enorme relevancia contemporánea: los medios de comunicación, los
procesos de gestión social, urbana y comunitaria , que se ocupan de aquello
que el Estado no hace y contribuyen a ordenar y mejorar la calidad de vida, y
también son instancias educativas complementarias que o cierran un círculo
educativo virtuoso o, al contrario, pueden convertirse en mecanismos que
contradicen y socavan los mensajes educativos escolares, contribuyendo a
cristalizar la idea de que todo cambia, para que nada cambie.
En tanto la educación no es un mecanismo neutro, que por sí mismo mediante los agentes educadores “formatea” las
mentes de los educandos, sino el proceso resultante del intercambio que, solo
en parte guiado por un plan (el curriculum), se establece entre los saberes de
un individuo ocasionalmente docente y los de otros circunstancialmente alumnos,
en la relación interna del sujeto pedagógico, más la influencia de múltiples
sobre determinaciones internas y externas al proceso educativo; la EA- que no
está en ese Plan- cuando cuestiona la lógica de la construcción de conocimiento
y las formas del accionar social, empezando por la relación de la sociedad con
la naturaleza y siguiendo por las relaciones entre las personas, suele generar
desde perplejidad hasta incomodidad.
Pero de eso se trata
precisamente, pues de qué otro modo podríamos cambiar nuestro modo de vivir
hacia la sustentabilidad si no es a partir de una profunda revisión crítica de
nuestros valores, nuestras relaciones, nuestras costumbres y nuestros hábitos,
nuestro lugar y nuestro rol en el mundo?
Consecuentemente las propuestas
de EA que no incorporan esta visión y posibilidad en algún momento, las
propuestas didácticas que no contemplan una etapa para ordenar las ideas en
coherente articulación con las acciones en función de generar una visión crítica,
no ingenua ni cándida, es decir cuando
una propuesta de EA no conduce a la generación de conciencia del rol, los
derechos y obligaciones de los ciudadanos y de cada uno de los sectores
sociales involucrados en relación con un asunto, lo cual implica trabajar las
contradicciones y los conflictos emergentes de una situación o conflicto
ambiental en el plano técnico-científico, social, político y ético, el objetivo fundamental de la EA no se cumple,
e incluso puede resultar en una experiencia contraproducente desde lo
pedagógico.
La EA debe dar cuenta de la
complejidad de los temas que involucran todos los aspectos de la relación entre
la sociedad y la naturaleza o temas socio-ambientales y de su inherente
relación con la conflictividad propia de la
construcción ciudadana, es decir la conflictividad resultante del
compromiso ético-educativo con la metódica revisión crítica del modelo social
que construimos, del cual la crisis ambiental es reflejo.
Por caso, el tema de la basura ha
sido ejemplo paradigmático de este fracaso. Cuando este Programa nacía, hace 15
años ya era habitual pensar y trabajar el tema de los residuos en las escuelas,
especialmente las primarias y se han hecho innumerables experiencias. Sin
embargo 15 años después los resultados educativos ni son visibles, ni se
verifica continuidad, ni propuestas
nuevas, ni mucho menos experiencias que intenten una reflexión como la que se
propuso anteriormente. De hecho en tantos años de intentar transmitir en la
escuela las mejores prácticas para con
los residuos sin que se concretara ninguna política, ni plan, ni solución
adecuada a nivel de la gestión urbana, ha terminado por configurar un fracaso
pedagógico, pues nada de lo que en la escuela se dice que es bueno y hay que
hacer, se concreta ni dentro ni fuera de ella. Los alumnos perciben esta clase
de contradicciones y mientras no puedan
ser superadas mediante la gestión integral es indispensable trabajar e
incorporar a la reflexión las contradicciones y complejidades mismas que llevan
al fracaso y no contentarse nunca con la simple comunicación de lo que
debería ocurrir.
Si tenemos en cuenta el hecho
anteriormente mencionado, que la enseñanza escolar no es la única instancia de
aprendizaje y socialización, podremos entender que ninguna propuesta de
educación ambiental que no tenga, más temprano que tarde, un correlato en las
maneras de gestionar el ambiente desde otros lugares, será suficientemente
efectiva como presuponemos y deseamos cuando las ponemos en práctica desde la
escuela. Porque la EA es mucho más que
aprender buenas prácticas: es reflexionar sobre la sociedad en que vivimos,
la educación escolar no puede limitarse a lo que está en el currículum, ni
tampoco a transmitir simplemente las mejores prácticas posibles, la enseñanza
en la escuela deber constituirse en un laboratorio no restringido de
experiencias ciudadanas y reflexión crítica en relación con nuestra forma de
conocer y relacionarnos con el mundo, de habitarlo, para ver dónde como ciudadanos
debemos trabajar y poner el compromiso de transformar la sociedad hacia una sustentabilidad posible.
Pablo Sessano- PROGEA
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